Emprendimiento e Innovación

La mexicana que impulsa segundas oportunidades... sobre dos ruedas.

24 de junio de 2025
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La mexicana que impulsa segundas oportunidades... sobre dos ruedas.
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En 2009, tras un viaje a China, Juan Salvador —el Tío Juan, como le dicen en casa— regresó a México con una bicicleta eléctrica plegable en la maleta. El diseño era práctico, urbano, diferente. Tanto le gustó a la familia que decidieron importar un contenedor completo para venderlas en el país.  Así nació Alterbike, una empresa familiar 100% mexicana, pionera en promover una movilidad más sostenible mucho antes de que eso estuviera en tendencia. Durante los primeros años, el proyecto operaba como un negocio de importación. 

Pero con el tiempo, y muchas pruebas, la familia se propuso algo más ambicioso: diseñar sus propios modelos y fabricar localmente. El objetivo ya no era solo vender bicicletas, sino construir una marca con identidad mexicana y propósito.

 

En 2017, mientras muchas personas soñaban con tener un negocio propio, Zaraí Salvador, originaria de Saltillo, Coahuila —y sobrina del fundador—, ya estaba al frente de uno. Asumió la dirección operativa de Alterbike con una visión muy clara: no solo quería vender bicicletas… quería cambiar vidas.

 

Zaraí no llegó al emprendimiento por moda. Estudió Comercio Internacional, trabajó con organizaciones civiles por años y, sobre todo, creció con una sensibilidad muy especial hacia las realidades invisibles de este país. Su motor no era el dinero, era el propósito.


Y cuando tuvo la oportunidad de involucrarse de lleno en el negocio familiar, supo que era momento de hacer algo distinto.

De una bicicleta en una maleta… a un negocio con causa

Lo que parecía un simple negocio de importación se fue transformando. Pronto se dieron cuenta de que podían fabricar localmente, mejorar la calidad y dejar una huella más profunda.

Reinsertar, capacitar, construir

La historia tomó un giro personal. Uno de sus tíos, al que llaman con cariño “el Tío Pollo”, había estado en prisión. Zaraí conocía de cerca las barreras que enfrentan las personas al salir de un centro penitenciario: el estigma, la falta de oportunidades, el abandono.

 

Fue testigo de algo que pocas veces se cuenta: que salir de la cárcel no es el final del castigo, sino el inicio de una nueva condena. Una donde no hay barrotes, pero sí desconfianza. Donde no hay uniforme, pero sí etiquetas. Vio cómo su tío —con toda la disposición de reconstruir su vida— era rechazado por empleadores, juzgado por desconocidos y, a veces, incluso recibido con reservas por quienes antes lo querían.

 

Ahí comprendió que la verdadera reinserción no depende solo de leyes, sino de oportunidades reales, humanas, tangibles. Que el problema no estaba en él, sino en un sistema que no sabe qué hacer con alguien que busca redimirse.

 

Y en lugar de guardar esa experiencia como una herida silenciosa, Zaraí decidió convertirla en una misión. Alterbike, que ya rodaba como negocio familiar, se transformó en algo mucho más grande: un espacio donde las personas con un pasado difícil pudieran tener un presente digno y un futuro posible.

 

Porque detrás de cada bicicleta ensamblada, hay algo mucho más poderoso:
la historia de alguien que decidió cambiar, y de alguien más que creyó en él.

Fue entonces cuando se preguntó:

¿Y si Alterbike pudiera ofrecerles una segunda oportunidad?

Desde ese momento, el negocio dejó de ser solo comercial. Comenzó a contratar y capacitar a ex convictos y personas en proceso de reinserción social. Les enseñaban mecánica, los integraban al equipo, les daban un empleo digno y una nueva historia que contar.

 

A lo largo de los años, más de 40 personas han pasado por los talleres de Alterbike. Hombres y mujeres que llegaron con dudas, con miedo, pero también con ganas de empezar de nuevo. Para muchos, fue la primera vez que alguien les tendía la mano sin juzgarlos. Aquí no se les pregunta qué hicieron antes, sino qué quieren construir ahora.

 

Algunos siguen siendo parte del equipo. Otros, con las herramientas adquiridas, han logrado incorporarse a nuevos empleos o incluso iniciar pequeños talleres por su cuenta. Lo que todos se llevan es más que un oficio: se llevan dignidad. Porque en Alterbike, las segundas oportunidades no son un discurso… son bicicletas reales, ensambladas con manos que también están reconstruyendo su rumbo.

Rodar, reinventarse, resistir

No fue fácil. Zaraí enfrentó retos empresariales, personales y estructurales. Decidió cerrar la tienda física para enfocarse en el e-commerce, mejoró los empaques, afinó la logística, elevó la calidad. Todo esto mientras sostenía un equipo con historias complejas, con heridas, con ganas de volver a empezar.

Pero como buena norteña, nunca se rajó. 

Y desde su trinchera en Saltillo —una ciudad donde el emprender ya es un acto de resistencia— construyó un modelo de negocio que hoy es inspiración para otros emprendedores sociales en México.

 

Con los años, Zaraí también ha aprendido que liderar con empatía no significa ceder en la exigencia. Al contrario: quienes llegan a Alterbike encuentran un entorno que confía en ellos, pero también les pide compromiso. Ese equilibrio entre compasión y disciplina ha sido clave para que el proyecto funcione, para que la segunda oportunidad no solo se ofrezca… sino que también se aproveche.

 

Hoy, Alterbike no solo fabrica bicicletas.
Fabrica confianza. Fabrica caminos. Fabrica esperanza.

Una mexicana con visión de 2030

Zaraí no se conforma con lo logrado. Tiene la mirada puesta en el futuro: su sueño es que para 2030, Alterbike sea la marca líder de bicicletas plegables mexicanas con propósito social.

Para lograrlo, busca socios, alianzas, colaboradores que crean que los negocios pueden cambiar el mundo. Porque ella ya lo está demostrando. Cada bicicleta que sale del taller lleva más que piezas y engranes: lleva segundas oportunidades.

Zaraí Salvador: una mujer, una bicicleta… un país que sí puede

Desde Saltillo, esta mexicana está demostrando que el impacto real no siempre necesita grandes presupuestos o reflectores. A veces, solo se necesita una idea, una causa y mucha convicción. Hoy, su historia inspira a otros a creer en proyectos con corazón.
A no dejar a nadie atrás. A moverse. A avanzar.
Y a entender que a veces, lo único que se necesita para cambiar el rumbo…
es una bicicleta con dirección.