Es considerada una de las ciudades más bonitas de México y en 2008 fue reconocida por la UNESCO, junto al Santuario de Jesús de Atotonilco, como Patrimonio de la Humanidad.
Su apariencia atractiva y cosmopolita lo hacen uno de los destinos preferidos para los amantes del arte. De entre todo lo que hay por visitar destaca su patrimonio histórico y arquitectónico.
Uno de los sitios que debes ver es la Parroquia de San Miguel Arcángel que se ha convertido en la seña de identidad de la ciudad. Es un precioso templo de finales del siglo.
Otros lugares que ver en San Miguel de Allende son el Mercado de Artesanías de la ciudad o la zona arqueológica de Cañada la Virgen.
En el Mercado se concentra una muestra de la artesanía local hecha con metales, papel maché, vidrio soplado y más.
Sus calles empedradas, patios arbolados, finos detalles arquitectónicos y suntuosos interiores, te enamorarán; quizá por ello CN Travel la declaró una de las veinticinco mejores ciudades elegidas por los viajeros.
San Miguel de Allende fue nombrado por varias revistas internacionales especializadas, “el mejor destino turístico del mundo”; y es que más allá de su belleza es una ciudad agradable y acogedora.
Por otra parte, está rodeada de otros poblados formidables. A unos minutos están los pueblos mágicos de Comonfort, Dolores Hidalgo y Mineral de Pozos, así como las ciudades de Guanajuato y Querétaro, que también son Patrimonio Mundial, y todo el Bajío con su hermoso arte virreinal.
La UNESCO inscribió aquí dos lugares: la ciudad de San Miguel de Allende, situada a 77 kilómetros al oriente de la ciudad de Guanajuato, y el Santuario de Jesús Nazareno en Atotonilco, 12 kilómetros al norte de San Miguel.
Ambos casos fueron considerados obras maestras del arte barroco y ejemplos notables de intercambio de valores humanos (españoles y locales). Sobre la ciudad, la UNESCO agregó también su enorme capacidad para integrar distintos estilos arquitectónicos en un solo conjunto armónico.
San Miguel fue fundado en 1542 entre los indios purépechas y guamares como una misión. Su prosperidad vino a los pocos años de ser un punto fundamental de las rutas entre las ciudades mineras y la capital de la Nueva España. Gran parte de sus edificios principales se construyeron en el siglo XVIII, su época de mayor auge.
Fue en ese mismo periodo (1740-1776) cuando se erigió también el increíble santuario de Atotonilco; a esto se debe la intensa atmósfera barroca de ambos conjuntos.