Graciela Iturbide, el lente testigo de la historia en México.

08 de abril de 2019
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Graciela Iturbide, el lente testigo de la historia en México.
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A sus 76 años de edad, Graciela Iturbide puede darse el lujo de decir que fue discípula del gran fotográfo Manuel Álvarez Bravo, uno de los retratistas más importantes de México y Latinoamérica en el siglo XX. Hoy en día, la artista puede considerarse a sí misma como una leyenda viviente de la fotografía mexicana.

 

Nacida en la Ciudad de México en 1942, ha sido testigo de algunos de los eventos más trascendentales de la época moderna en el país, y no solo eso también los ha capturado en su lente para toda la posteridad.

 

Apasionada de la cultura mexicana, de su gente y de sus costumbres ha pasado años inmersa en pueblos con población mayormente indígena para captar el día a día de las etnias primigenias de esta nación.

 

Una actividad propiciada en gran parte por el maestro Álvarez Bravo y por su gran amor y admiración hacia la cultura autóctona y mestiza del país. Es gracias a esto que hoy en día Graciela Iturbide tiene en su haber cientos de reconocimientos a nivel nacional e internacional, convirtiéndose así en una de las mujeres fotógrafas más famosas de nuestro tiempo. 

Pero no solo México ha llamado la atención de nuestra protagonista. También Latinoamérica en general ha significado un lugar muy preciado y reconocido en la labor artística de Iturbide. Ha dedicado años enteros a recorrer países como Cuba y Panamá, donde además de hacer amigos, pudo vivir de cerca las diferentes tradiciones que cada sitio contiene.

 

Uno de sus primeros proyectos en 1978 consistió en fotografiar a los seri, un grupo indígena que radica en la frontera de Sonora con Arizona, trabajo con el cual comenzó a sumergirse en dichas poblaciones, alejadas y muchas veces relegadas dentro del país, pero de los que formamos parte.

 

Posteriormente, el maestro Francisco Toledo la invitó a participar en una serie para fotografiar al pueblo zapoteca en Oaxaca, particularmente en Juchitán, uno de los lugares más enigmáticos, mágicos y coloridos de nuestro país.

 

Pronto, instituciones y asociaciones en todo el mundo admiraron el trabajo de Graciela, con lo que en los próximos años pudo trabajar alrededor del mundo fotografiando y captando diferentes culturas, ideas y rostros en los que siempre encontraba sonrisas, amabilidad pero también mucho dolor.

 

Era tanto su reconocimiento y su fama como fotógrafa, que en el 2004, cuando se cumplieron 50 años de la muerte de Frida Kahlo fue invitada a documentar la inauguración de dos baños en la casa de la pintora mexicana, lugares que guardaban objetos y curiosidades de la gran artista.

 

Graciela ha expuesto individualmente en el Centre Pompidou (1982), el San Francisco Museum of Modern Art (1990), el Philadelphia Museum of Art (1997), el Paul Getty Museum, Los Ángeles (2007), la Fundación MAPFRE, Madrid (2009), el Fotomuseum Winterthur (2009) y la Barbican Art Gallery, Londres (2012), entre otros.

 

Ha sido en estos lugares donde la fotógrafa ha expuesto los problemas y los contrastes que caracterizan a México, sus indígenas, sus luces y sombras, la riqueza pero también la escasez. Graciela ha dejado en la fotografía su misma vida, sus sueños, sus ilusiones y sus más grandes tristezas.

 

"Retengo en imágenes los encuentros casuales externos y las finalidades internas. Busco atrapar la vida en la realidad que me rodea, recordando que mis sueños, mis símbolos y mi imaginación son parte de esa vida. Busco descubrir mi propia nostalgia en los seres humanos. Fotografiar como pretexto de conocer." declara.

 

 

Amante de la naturaleza y de los animales ha dedicado series completas a los diferentes tipos de aves, y a los rituales de matanzas de cabras en Oaxaca, como una manera de denunciar el maltrato pero también las condiciones de extrema pobreza en la que viven cientos de indígenas en México.

 

Su fotografía contestataria y de denuncia ha dado vuelta al mundo, y le ha permitido llevar la verdad de México a lugares remotos, sin máscaras ni retoques, simplemente ha mostrado lo que es, tal y como le enseñara el gran Manuel Alvarez Bravo.

 

Hoy en día Graciela está considerada como la mejor fotógrafa mexicana y una de las más destacadas en Latinoamérica, título y reconocimiento que no ha sido fácil, pues en cada encomienda y proyecto ha ido dejando el corazón, el sudor y la vida.

 

Un fotógrafo debe ser incansable, curioso al extremo y rebelde, características que definen precisamente el trabajo de Graciela Iturbide. Al admirar sus fotografías podemos ver cómo se inmiscuye en el mundo de los demás pero dejando siempre un espacio moderado desde cada uno de nosotros pueda observar detenidamente la escena.

 

Es una mujer que ha logrado dejar constancia de los cambios sociales que se han dado en la segunda mitad del siglo XX y la primera del XXI. Transformaciones que han quedado retratadas para siempre en su lente y que siempre tendrán un papel preponerante en el imaginario colectivo de los mexicanos.

 

No podía ser de otra manera de una mujer amante y estudiante del cine, de los relatos, de las vivencias, y de las formas y siluetas en blanco y negro que creció admirando como Cartier Bresson o Robert Frank.

 

Es clara, simple, directa y sencilla. Su trabajo va directo a los ojos y el corazón sin escalas y desgarra a la vez que deleita, es por ello que Graciela ha destacado entre tantos artistas visuales y plasticos algo que indudablemente es más difícil de lo que se piensa.

 

Iturbide, una persona que ha dedicado su vida al arte y a la expresión, y que ahora en el último tramo de su vida, puede descansar, mirar hacia atrás y reflexionar sobre su trabajo. Un trabajo que quedará congelado durante el paso de los años y que esperemos que pueda mejorar las situaciones actuales de tantos grupos marginados, sobre todo como una manera de no repetir, de no caer en las mismas injusticias sociales.

 

Después de todo de eso se trata el arte, de plasmar, reflexionar y seguir construyéndose.

"Retengo en imágenes los encuentros casuales externos y las finalidades internas. Busco atrapar la vida en la realidad que me rodea, recordando que mis sueños, mis símbolos y mi imaginación son parte de esa vida. Busco descubrir mi propia nostalgia en los seres humanos. Fotografiar como pretexto de conocer."